domingo, 17 de enero de 2010

La llamada ineludible

Bueno heideroslein, vuelvo a ustedes inmersa en un mar de inefables ocurrencias; de sucesos maravillosos que he descubierto hace no tanto. No estuve aquí antes porque no sentí la necesidad de compartir nada, ni la intención o las ganas de hacerlo. Pero existe un hecho que me pide a gritos (al menos dentro de mi cabeza) que comparta al mundo. Una conclusión, quizás insulsa o desaborida, pero aun así no menos digna de explicarles ya que me ha provocado curiosidad, y hasta respeto.

Unos días atrás, decidí leer "El proceso", uno de esos libros que se camufla en la biblioteca, del cual la mayoría conoce el contenido, empero, no todos lo leyeron. Yo soy parte de aquellos a quienes les quedó pendiente dicha obra. Por tal o cual motivo un día decidí empezarlo.
Habiendo llegado a la mitad del capítulo siete, sentí una pesadez tan aborrecible hacia el mismo que me impedía una y otra vez avanzar desde donde me había quedado. Creo que ningún lector se ve exento de este sentimiento de inconstancia y falta de concentración o interés. Tan así fue que decidí dejarlo (ojo, que quede claro, me pareció excelente la trama, así como me resulta exquisita la narración de Kafka. Es por eso que esto no tiene que ver con él, sino conmigo). En el momento en que decidí abandonarlo, fui derecho a mi biblioteca y completamente al azar (y esto es, incluso, con los ojos cerrados) fue que agarré un libro. Éste se titulaba "Bartleby el escribiente" de Herman Melville, parte de la colección de Página 12. Al día siguiente comencé a leer el prólogo (hace poco tiempo que incorporé susodicha costumbre, ya que antes lo salteaba olímpicamente y, como ansiosa que soy, iba directo a la esperada obra).
¡No se imaginan la sorpresa! Luego de una corta biografía del autor, se mencionaba a Kafka, haciendo alusión a "El proceso" y estableciendo una idónea comparación entre ambos autores. En el momento me asombré un poco y no le presté más importancia. Días después me vino a la mente y me quedé pensando... ¿Por qué?

Llegué a la conclusión de que nosotros no tenemos ni el más mínimo poder de decisión. Los libros son los que nos eligen, los que nos demandan que los leamos en determinados momentos. Son ellos los que nos controlan, quienes generan las fluctuaciones de ánimo en los momentos indicados, los que determinan el motivo por el cual recibimos un libro y bien podemos comenzar a leerlo de inmediato o tardar años luz en acordarnos que lo tenemos. No somos nosotros. El poder de un libro es mucho más inmenso, infinito e intrigante. Supuse entonces que todavía no era momento de leer "El proceso". Que debería aplazarlo. Que aun necesitaba tiempo y madurez para poder leerlo entero. Paciencia o lo que sea, pero me falta.
Symba (ahora -o siempre- Alejandro) dice que nos aprovechamos del arte, y no se equivoca. Pero creo que, aunque no nos demos cuenta, el arte también se aprovecha de nosotros.



Espero que anden todos bien.
Saludos.